El tiempo de contemplación es el único que puede detener el tiempo.
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He llegado a la convicción de que nada es más necesario en estos tiempos que la moral, pues es la que estructura tanto la personalidad individual como la de los pueblos. Si bien es cierto que esta Ética que aquí presento forma parte de un sistema filosófico, no es una de sus ramas sino, su sabia misma que va desde sus raíces hasta sus frutos, por ello puede ser experimentada, aplicada y vivida; y esto es lo que entiendo por una filosofía vital. Yo no creo en las teorías ni a las personas que no se fundamentan en una vida moral; lo real, en los seres humanos, no es lo racional, sino lo moral. Este sistema, pues, está alimentado por dicha savia espiritual, pues las filosofías sin espíritu no dan frutos y, como los árboles sin savia, terminan por ser estériles y quedarse sin vida; por grandes e imponentes que sean. Dos aspectos o estadios básicos de esta moral hemos de tratar aquí: uno, el fluir de esa savia, otro, el camino que nos conduce a sus raíces; sin la conciencia del primero no se puede llegar al segundo. Como este fluir es permanente, también debe serlo nuestra vigilancia, y ésta consiste en refractar todos nuestros pensamientos y acciones en la conciencia moral; en esta vigilancia reside fundamentalmente el autoconocimiento. Una vez munidos de éste, y sólo entonces, podemos emprender el segundo estadio, el conocimiento de Las Raíces de la Moral.
La moral es una ciencia del espíritu que tiene un sentido práctico, utilitario, externo, y un sentido interno que concierne sólo a la conciencia. La primera tiene como objetivo la relación armónica con los otros seres y el mundo, la segunda, la interna, tiene como destino encontrar el origen y esencia misma de la moral, esto es, de la conciencia. Si no se alcanza este conocimiento y destino, la moral práctica ha de tener siempre falencias y se mezclará con las utilidades egoístas; es lo que ocurre en la inmensa mayoría de los seres humanos y por extensión en las sociedades; de ahí las desavenencias, desacuerdos, riñas, guerras, etc., que, como sabemos, son y han sido parte cotidiana en el quehacer humano.
He insistido en toda mi obra sobre la necesidad de complementar con técnicas espirituales el camino hacia lo Trascendente, pero no pasan éstas de ser complementos, mientras el conocimiento de la conciencia moral es la herramienta y el motor para ese propósito, es la referencia indispensable para ordenar y dirigir dichas técnicas. En efecto, ninguna meditación, contemplación o ejercicio podrá llevar a dicho objetivo si no están todas las cuentas saldadas en la conciencia moral; todas, repito desde nuestras travesuras infantiles hasta las pequeñas mentiras que han tenido por objeto un beneficio personal (hay también ocasiones en las que mentir es saludable a la conciencia). Es la conciencia moral, en fin, el tamiz y la puerta por donde debe pasar todo aspirante a lo Trascendente.
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE: La moral en el cristianismo
TERCERA PARTE: La ética en el Renacimiento, la Ilustración y el Romanticismo
CUARTA PARTE: Moral y sociedad
QUINTA PARTE: Mi propuesta: La ascensión del espíritu y la conciencia moral
EPÍLOGO