La distracción del sabio no significa estar pensando en otra cosa, sino que no está pensando.

Sobre la Conciencia, a propósito del Congreso en Bangalore, India

La publicación del tratado La Búsqueda de la Conciencia Universal, de Ozán Lavoisier, por la prestigiosa y centenaria editorial Motilal Banarsidass Publications, New Delhi, India, generó bien pronto comentarios en los círculos intelectuales, en particular en el India International Centre, que alberga la élite cultural de esa capital, donde nuestro autor ha disertado en varias oportunidades. El hecho es que este tema, que ya preocupaba en esos círculos, despertó tanto interés que se resolvió convocar a un Congreso que tuvo lugar en Bangalore en septiembre, 2022, con el título: Exploring Consciousness: From Non-Duality to Non Locality, dirigido por Côme Carpentier de Gourdon, eminente conferencista y escritor, que ha escrito el Prefacio a La Búsqueda de la Conciencia Universal. La exposición de los disertantes en dicho Congreso ha sido compilada en un libro que será publicado a comienzos del 2024 por la misma editorial con el título: Exploring Consciousness, que será precedido de un artículo que Ozán Lavoisier escribió a pedido de dichos conferenciantes, titulado On Consciousness que reproducimos en español a continuación: 

 

Preguntarse por la conciencia es entrar de pleno en un plano filosófico; trataré de explicar por qué: El mundo se nos presenta siempre como múltiple y en esta multiplicidad podemos comprobar con evidencia, al menos donde la vida es manifiesta, que está repleto de inteligencia. Quiero decir que los seres que individualizamos están compuestos de inteligencia. Sabemos que frente a una simple lastimadura una suerte de ejército organizado de linfocitos, células plasmáticas y demás agentes del sistema inmunológico procuran de inmediato cerrar la herida; independientemente de nuestra voluntad y conciencia. Se ha escrito sobre La Inteligencia de las Flores (Maeterlinck) y de su relación con los insectos que a su vez demuestran su ingenio para sobrevivir.

Podemos hablar de la conciencia humana o de los mamíferos superiores, pero inevitablemente caeríamos en generalidades pues cada conciencia tiene sus particularidades y depende de su carácter y del conocimiento adquirido; cada conciencia es un mundo de ideas y sentimientos. Podemos, siempre generalizando, hablar de grados o niveles de consciencia, pero nunca de conciencia como una sola cosa o espíritu; siempre nos encontramos con una multiplicidad infinita de conciencias, aunque unas sean más “conscientes” que otras; de acuerdo a nuestro criterio particular.

Rodeados, inmersos, y compuestos de inteligencia nos preguntamos si no habrá un Ser inteligente detrás de todo lo existente, y la mayoría ha terminado por creer en su existencia. Pero el resultado inevitable es que cada conciencia tiene una idea de esta Inteligencia universal. La idea más generalizada es un Ser supremo que piensa, posee sentimientos y voluntad, que son facultades humanas, a las que se agregan todos los atributos de perfección tal como puede concebirlo nuestra mente, entre otros el poder de crear el universo. Esta visión antropomórfica y mítica es demasiado simple, por lo que ha llevado a muchos a mostrar su escepticismo y a declararse, sin más, agnósticos.

Algo de razón tienen ambos, los que creen y los agnósticos. Pero la creencia, sea por sí o por no, no resuelve el asunto; desde el punto de vista filosófico resulta estéril. No obstante, cabe preguntarse por la causa de estas creencias, esto es, si tienen un fundamento real. La incredulidad es fácil de determinar: una Persona todopoderosa que crea y decide sobre el destino de lo creado, desde el punto de vista racional, científico, no se sostiene. Pero ¿es la razón suficiente para juzgar una realidad metafísica siendo que con evidencia es una facultad destinada a resolver el mundo físico o fenoménico?

Los límites de la razón ya fueron trazados con precisión por Kant: toda demostración racional para aquello que trasciende la razón presenta antinomias, y termina siendo infecunda. En otras palabras, las ciencias sólo pueden atender a lo relativo, lo variable, lo dependiente del tiempo y el espacio; lo metafísico es de dominio de la filosofía.

Ahora bien, ese Dios como Persona ¿es realmente metafísico? En rigor no es más que una proyección humana hacia lo metafísico y es también, en buena medida, una invención de la razón para explicar algo que la conciencia intuye latentemente pero que no termina de entender. Y así es como la humanidad ha quedado dividida entre adeptos a la razón y adeptos a la fe y sólo una ínfima minoría ha caído en la cuenta de que es necesario superar estas dos opciones, pues ambas responden a una misma perspectiva.

En efecto, lo que ha ocurrido es que el ser humano ha tomado conciencia de su individualidad, y es esto sólo es lo que lo diferencia del resto de los animales (véase mi trabajo Origen y Destino del Hombre), pero está aun, lamentablemente, muy lejos de tomar conciencia de su universalidad, es decir, de despertar una Conciencia universal.

Despertar esta Conciencia es mi propuesta y hacia ella está dirigida toda mi obra. Si bien es cierto que, considerando el estado actual del ser humano, en el que el materialismo, que ha llevado a la alienación general del espíritu, reina suprema, esta propuesta ha de parecer una utopía fantástica; pero también es cierto que el parecer general no altera en absoluto las verdades que permanecen incólumes.

Dicha Conciencia universal, me adelanto en aclarar, no es una invención mía, un postulado filosófico, sino la Realidad misma que es común a todo lo existente. Prueba de ello es que se ha manifestado desde los tiempos más remotos en la mente de diversos modos: la mitología, la religión, la filosofía, la moral y el arte, en sus expresiones más elevadas, se inspiran en ella. Un tratado he dedicado a cada una es una de estas ramas de la filosofía pues son vías de conocimiento trascendental. En La Búsqueda de la Conciencia Universal he seguido la trayectoria de los idealistas occidentales, en La Evolución del Espíritu (Har-Anand Publications en inglés, Ebook en español) el camino escogido por los budistas y en Civilizaciones Paralelas (Ebook) el escogido por el hinduismo; este conjunto que constituye lo que he llamado Idealismo universal, he procurado hacerlo converger en mi filosofía; si bien todo converge, en verdad, en la Consciencia universal.

Podemos apreciar en el Universus, esto es, en la totalidad del espíritu y la materia, que constituyen la Realidad que somos y contemplamos, una fuerza centrífuga que tiende a expandirse y a generar lo múltiple, así como una fuerza centrípeta que tiende a la concentración y hacia la Unidad original. Ambas son emanaciones del Uno primordial, de la Conciencia universal. Estas fuerzas son, en su origen, espirituales, pero, en su proyección, interaccionan con la materia. Podemos observar estas fuerzas en la expansión de los astros y en su fuerza de atracción en el cosmos. Pero como este aspecto material del Universus cae dentro del dominio de las ciencias de la naturaleza, dejamos a los científicos la explicación de este fenómeno; nosotros nos atenemos a las ciencias del espíritu.

No pocas mitologías hablan de un caos original sobre el que se estableció un orden posterior; no es esta mi experiencia. La Unidad original es el Orden absoluto y es al expandirse que se desintegra y multiplica, y es entonces que el caos puede generarse. Al hacerse materia la Conciencia ya no es en su Esencia, esto es, puramente espiritual. Sin embargo, se proyecta en todo el cosmos y lo impregna, por lo que en rigor no hay dos realidades sino un Universus.

Ahora bien, lo primero que emana de la Conciencia universal son las manifestaciones primarias, que son de naturaleza espiritual y unitivas, es decir que tienden a la unificación, a la reintegración en la Unidad original. Se desprende de lo dicho que, entre las fuerzas centrípetas y centrífugas manifiestas en el Universus, tiene que haber un equilibrio, que se mantiene por el contacto con las fuerzas unitivas, de lo contrario el caos se establecería de inmediato.

Estas fuerzas unitivas, estas manifestaciones primarias de lo Uno, son a priori a las formas de tiempo y espacio, de las que se sirve la razón (Kant) para comprender el mundo material. Las facultades mentales que se relacionan con el mundo concreto son externas, utilitarias o especulativas y generadoras del conocimiento acumulativo. Estas facultades son la parte mental o espiritual de la fuerza centrífuga que se halla en el Universus, que tiende a la expansión y multiplicación. Son también una proyección de lo Uno, pero son manifestaciones mediatas o secundarias, ya interdependientes con la materia.

Las manifestaciones inmediatas o primarias son puramente espirituales y responden a las fuerzas centrípetas tendentes a la reabsorción del Universus en su Unidad original, tienden al Orden absoluto que se halla en la Unidad de Conciencia. El Universus, el todo espiritual y material, repito, se mantiene entonces por el equilibrio de las fuerzas antedichas; de ahí la necesidad del hombre de mantenerse en contacto con las facultades unitivas, pues la desconexión respecto de éstas, que es alienación, lleva al caos.

El tiempo y el espacio no sólo son las condiciones para el conocimiento, sino también las condiciones para la existencia de los seres. Se hallan entre las dos realidades, en el límite entre lo Trascendente y la Naturaleza, son la infraestructura del Universo. 

Antes de las formas de tiempo y espacio están las manifestaciones primarias de la Conciencia universal: el Orden en sí, como energía ordenadora; el Bien en sí, como aspiración hacia la perfección de la acción; el Amor como energía integradora; la Vida en sí, que es la energía de vida; lo Bello en sí, que es aspiración hacia la perfección de las formas; y la intuición-instinto como la manifestación inteligente de la Conciencia universal. Estos son los principios rectores de cuanto existe, y todos ellos emanan de la Unidad y hacen posible la creación y que ésta se mantenga y tienda, en la medida de sus posibilidades, hacia la Unidad, que es lo perfecto, el Orden, lo Bello, absolutos.

Todas las intuiciones de asuntos universales se refractan en la Unidad, y se inspiran en su perfección, en su Orden total, en su ejemplar integración, armonía, correspondencia y, naturalmente, uniformidad. De la Unidad emanan el Bien y lo Bello, que iluminan la conciencia moral y estética; de la percepción del Orden el hombre extrae su moral, su ideal de justicia y las ciencias; el Amor lo lleva a integrarse armónicamente, su Élan vital lo impulsa a vivir. Estoy hablando de lo más esencial, decisivo e íntimo de la naturaleza humana, que por ello he llamado manifestaciones primarias de la Esencia o Conciencia universal

En primer lugar, el Bien, lo Bello, el Amor y el Orden son las ideas a priori indispensables al conocimiento en general, sin ellas no tendríamos la capacidad de juicio, son las referencias sin las cuales no sabríamos qué camino tomar; son como la brújula de la razón. No hay más que reflexionar para ver que están en cada elección decisiva y ascendente; porque, por cierto, las elecciones caprichosas y descendentes tienden a prescindir de esos parámetros. Toda moral sería imposible sin la Idea de Bien, todo arte sin lo Bello, toda relación integradora sin el Amor, toda ciencia sin el Orden en nuestra mente y sin la premisa de que hay un orden en la Naturaleza. Dios y las religiones serían inconcebibles sin los atributos que estas ideas nos sugieren. Pero no sólo son ideas que se nos ocurren, (los que piensan así tan ligeramente seguramente olvidan pensar por qué se nos ocurren) nos conmueven y nos mueven a actuar, son fuerzas que están actuando en la Naturaleza, acompañan la vida y la impulsan en su camino ascendente.

La intuición-instinto es, por así decirlo para hacerlo más claro al entendimiento humano, la manifestación inteligente de la Conciencia universal, pero es a priori a toda inteligencia, es el aspecto prístino, esencial de ella. Creo que el instinto del resto de los animales tiene el mismo origen, sólo que ellos no pueden procesarlo al modo de la inteligencia humana, esto es, no pueden razonarlo. La intuición nos pone en contacto directo con lo Creativo mismo, por ello es el aspecto creativo de la inteligencia, que puede a posteriori construir en torno a la intuición original, pero esta construcción obedece a otro mecanismo mental que he llamado conocimiento acumulativo, mientras aquél, como todas las manifestaciones primarias, es unitivo.

El ser humano ignora el origen de sus intuiciones porque no es él el que las crea, le vienen, las recibe de la Conciencia universal. Lo mismo le ocurre al resto de los animales con el instinto; es por ello también que los humanos ignoramos de dónde sacan esa suerte de inteligencia, que a veces se muestra más ingeniosa que la nuestra.

Las manifestaciones primarias de la conciencia universal son espirituales y existentes y se vierten en el Universus y al extenderse en toda la realidad espiritual están en la mente humana y son por ello paradigmáticas por excelencia, es decir, son las referencias obligadas y prioritarias y a priori a todo pensamiento y acción humanos. Son a priori a todo idealismo moral y son las fuentes del mismo. El hombre no crea los ideales morales, estéticos, religiosos o filosóficos, los interpreta de acuerdo a su entendimiento y los imita.

Las manifestaciones primarias son las referencias indispensables a todo conocimiento ascendente. Son fuerzas elementales que se expresan como energía en la materia, como instinto en los animales, como instinto, sentimiento e inteligencia en los mamíferos superiores. El conocimiento último es la Conciencia de esas fuerzas que se vierten sobre el Mundo. Un ejemplo claro para todos es el efecto del Orden entendido como razón práctica, como moral aplicada en la sociedad. No es por azar que todo aquel que intuye esa Realidad, como suele ocurrir con los místicos, se sienta impelido a predicar y establecer un orden moral. Esas fuerzas están detrás de todo conocimiento que propende a la Unidad, estableciendo relaciones entre las cosas y los seres, las leyes científicas o jurídicas, o por vías más espirituales y armoniosas, como la música elevada y la poesía, que se inspiran en las Fuentes de modo más directo y, por ello son más inspiradoras. ¿Nos hemos preguntado el porqué de la armonía en la música?, ¿qué lleva al poeta a establecer relaciones que responden a un orden que trasciende la lógica, pero que, precisamente por ello transportan el alma hacia estratos más elevados del espíritu?

El último objetivo, la Unidad que es el Orden absoluto, sólo puede ser realizado por el espíritu, y esto no es inferencia sino experiencia, que puede ser tenida por toda persona sensible con capacidad de amar más allá de los particulares. Que el Amor es una fuerza universal, ha sido advertido por varios pensadores. Para Platón es un “dios grande y admirable que a todo extiende su poder, tanto en el orden humano como en el divino” (Banquete 186) “de manera que el todo quede ligado consigo mismo” (Banquete 203). ¿Se comprende que estamos hablando de las mismas energías unitivas? Son fuerzas impalpables que trabajan sobre los elementos más sutiles y ligeros, dejando a la Naturaleza su libertad de crear en la medida que le es posible.

Se puede intuir un Orden moral universal, el taoísmo, el budismo y el hinduismo lo presuponen, y a su manera Fichte. Casi todos los hombres vivencian en un plano personal una fuerza unitiva que llamamos Amor y muchos sospechan que trasciende ese plano. Todos presentimos que hay un impulso vital en acción que alimenta nuestras vidas. Todos, al menos en algunos momentos, hemos quedado arrobados ante la belleza que la Naturaleza ofrece; el fenómeno estético, en efecto, es capaz de transportarnos más allá de la materia que contemplamos. Pues bien, estas sospechas y presentimientos son absolutamente reales y pueden vivenciarse directamente en planos más elevados de conciencia. 

La función específica de la filosofía y de las ciencias del espíritu es estimular las fuerzas centrípetas del espíritu, cuyo último objetivo es la reabsorción en la unidad de la Conciencia universal, donde el espíritu alcanza su libertad, no sólo de la materia sino también de las facultades dependientes de ella: las utilitarias.

Se comprenderá cuán distinta es mi proposición a las filosofías que pretendían y pretenden ser “científicas,” pues las facultades especulativas o utilitarias no responden a dicho objetivo de unificación y liberación. Mi propuesta es independizar la filosofía y las ciencias del espíritu de las ciencias de la naturaleza, si bien en ningún caso oponerlas sino complementarlas para establecer el equilibrio necesario, para mantener una cordura en la acción humana.

Es evidente que en nuestros tiempos las fuerzas centrífugas predominan en el hombre al punto de ocupar toda su mente, así como sus actividades. Si se considera lo antedicho sobre la alienación y el caos consecuente, se admitirá que la situación es alarmante. Por ello he insistido en el conocimiento de los mecanismos de la mente en mi teoría del conocimiento en general, comprendida en mi Psicosofía, y en la necesidad de despertar y activar las facultades unitivas.

Las vías de conocimiento trascendentales, que son las unitivas, tienen por objeto unificarnos, esto es, hacernos más reales. Somos reales en la medida que participamos y manifestamos la Unidad, esto es, en la medida que somos universales, porque la realidad es el Universus. Como individuos somos, efectivamente, una ilusión. En otras palabras, en la medida que nos acercamos a lo ideal, que es nuestra Conciencia universal, somos reales, es decir, que lo ideal es lo real. Esto puede parecer al hombre común un juego de palabras de filósofos, pero las creencias religiosas, los impulsos morales, el interés por la justicia, por perfeccionarnos, de ordenar nuestras ideas, de ser mejores, etc., que son parte de lo cotidiano del hombre normal, obedece a ese impulso natural, universal de unificarnos. Por dar un ejemplo, la moral, que es una de las vías de conocimiento trascendental, nos hace más reales, el acto inmoral nos desintegra, nos dispersa, nos aliena, nos lanza en el caos de lo múltiple, nos deja solos como un meteorito en el espacio infinito.

Cuando el espíritu se concentra se acerca a su esencia, a lo Creativo, cuando se expande crea (inspirado por lo Creativo) y crece, como individuo, sociedad o especie. Los individuos y sociedades se expanden de tal modo que olvidan su sístole, esto es, su vida interior, y así se quedan sin fundamento y se derrumban, se proyectan como fuegos de artificio que han de caer después de haberse manifestado. 

Es mi interés llevar a la toma de conciencia de esta suerte de diástole y sístole de la Conciencia universal de la que todos los seres participan, de la Unidad que subyace a la diversidad y pluralidad, de la necesidad de mantener una relación permanente con dicha Unidad que es lo que somos en verdad. Consciente de esta Unidad y pulsación armónica de su alma, el hombre puede desarrollarse evitando las tesis y antítesis extremas (véase El Espíritu en la Historia); caminando sobre una zona de equilibrio reconocerá la velocidad adecuada a su dinámica creativa y evolutiva.

Sólo hay plenitud de vida en la vivencia de la totalidad, que es la totalidad de la conciencia; sólo hay plenitud de amor en la vivencia del Amor en sí. Es la apercepción de dichas emanaciones en todos los seres lo que otorga plenitud de vida a esta existencia. El ser humano participa de la Conciencia universal, es parte, consecuencia y extensión de ella; de ahí que tenga el impulso de crear, de amar, de ordenar, y también de filosofar, lo que lo lleva a la comprensión de su Origen, con lo que cierra el ciclo de la Vida y realiza su Destino.

Julio Ozán Lavoisier, septiembre 2022

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